La cuestión del juicio de los individuos acusado de terrorismo no ha podido tener peor desenlace. Se ordenó que el juicio se celebrase a puerta cerrada, lo cual significa en privado, y sin que pudiesen asistir los ciudadanos o los medios de comunicación. Las pruebas y la síntesis final ocultados a ojos de la gente. La excusa aducida ha sido la ‘seguridad nacional’, algo todavía por definir incluso en la ley que justifica tal principio. Las leyes que destruyen los encumbrados, y hasta ese momento, respetados fundamentos de la sociedad británica, fueron promulgadas por un Primer Ministro que ahora demuestra ser un psicópata desequilibrado. Peor aún que esta locura, ha sido su obediencia servil a los amos financieros de la Gran Bretaña desde 1945: los EE.UU. Las leyes que ahora desmantelan el grandioso documento que definía la libertad cívica, la Carta Magna, son una copia exacta del conjunto de leyes con el que América desmanteló el marco legal definido por los Padres Fundadores.
En la apelación, el asunto fue resuelto por Lord Gross que dijo que esta delicada cuestión (las pruebas que les acusaban) debería tratarse a puerta cerrada, aunque el resto del juicio (una defensa constreñida) sí podría celebrarse en público.
¿Quién es Lord Gross? Un personaje que estudió en la escuela judía más prestigiosa de Sudáfrica, Herzlia, para luego, supuestamente, dar la espalda a las injusticias del apartheid para conseguir un puesto de prestigio en la ley inglesa. Y ahora, tras haber despreciado la falta de humanidad del régimen sudafricano, se sienta revestido de autoridad en un escaño inglés; y mientras rinde un aparente homenaje verbal a la Carta Magna, luego la destroza con su decisión.
Los acusados serán juzgados basándose en pruebas desconocidas. Esto debilita la sociedad cívica al permitir que un grupo argumente que los acusados eran víctimas de agentes provocadores, siendo esto lo que debía ocultarse a los ciudadanos.
Si esta ley primordial y fundamental de la sociedad civil es, como está ocurriendo ahora, vituperada y rechazada, debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que ahora tiene valor alguno? ¿Qué merece algún tipo de garantía? ¿O acaso la ‘seguridad nacional’ es el eufemismo de una ‘prisión nacional’ de sus habitantes?
Como si intentase ocultar el delito manifiesto de Lord Gross, traidor a la justicia inglesa y a los suyos que fueron masacrados por millones con el sencillo y original mecanismo de la detención sin juicio previo, el Primer Ministro declara que la ley ahora mancillada es el fundamento de nuestros valores intrínsecos. En Israel, Cameron se comportó servilmente al suplicar ser aceptado y proclamar que su familia tenía sangre judía. Un general israelita salió de la sala declarando:
“¡Y eso qué importa! Él cree que nosotros pensamos
como Hitler creía que pensábamos”.
Cameron, en su altisonante defensa de nuestro ‘valores fundamentales’, en plena campaña de difamación contra los musulmanes británicos, enaltecía la Carta Magna de la misma manera vergonzosa que el Lord de la Ley la destrozaba. Pues bien, aquí estoy yo, un líder musulmán y escocés, que la defiende y va a enseñar a ese pobre hombre lo que son los valores. Vamos a llamar a las cosas por sus nombres verdaderos. Extraemos nuestra definición del ‘Shorter Oxford Dictionary, Vol. II’:
“Valor: (Inglés Medio y Francés Antiguo): La cantidad de un bien material, medio de intercambio, etc., que se considera equivalente a otra cosa. Valía material o monetaria de una cosa: la cantidad en la que puede ser evaluada en términos de un medio de intercambio u otros estándares de naturaleza similar”.
En consecuencia, para establecer la justicia en nuestra ‘Mancomunidad Británica de Naciones’, (Commonwealth), la propuesta de este ciudadano leal, musulmán y escocés, es que la misma clase política que lo inventó, debe abolir el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA), porque no hay duda que grabar el valor con un impuesto significa devaluarlo.