Algunas personas me han dicho que, en mi lista de participantes en el Plan Americano para el Rescate de Iraq, falta el nombre de Turquía.
Es una cuestión que no he abordado por respeto a mis relaciones con ese país, a su legado Osmanli y a lo encumbrado de su liderazgo en manos de su Presidente-Hombre de Estado. Si dejamos a un lado mi consejo personal, que hablaba sobre tener cuidado con los ijwanis influyentes que rodean al trono, en lo que respecta a lo demás me he mantenido en silencio.
Mis vínculos personales con la Tariqa del bendecido Shayj Sami Effendi permanecen inalterados. En consecuencia, y con respecto al tema de Iraq, he estado reacio a hablar.
Los vínculos de Turquía con la OTAN son parte de la herencia, posterior a la Segunda Guerra Mundial, que ha recibido el Presidente. Como miembro de la OTAN, (¡que ha pagado!), podía sugerir el cierre de los Dardanelos, algo que desactivaría la anexionada Crimea. Es muy posible que tal cosa no gustase a América, cuyas alianzas son tan opuestas a sus políticas. En lo que respecta a Siria y el Kurdistán, hay toda una serie de cuestiones históricas que salen a la superficie. Antes de la invención de Siria, por una Europa destrozada por las guerras, era una provincia de los Osmanli. Y de hecho, lo mismo ocurría con el Kurdistán.
El Kurdistán fue deshonrado por el perro Mustafa Kemal. Impulsado en parte por su estado psicológico, al saber que no era turco ─de ahí su nombre de estadista, Ataturk─ se dispuso a castigar a los kurdos. Pretendiendo un monismo fascista de los turcos en la nueva Turquía moderna, eliminó el importante estamento académico de kurdos que había sido el núcleo intelectual del Estado Osmanli, y prohibió la encumbrada y compleja lengua kurda.
Nunca debemos olvidar que el único logro de Mustafa Kemal ha sido el lingüicidio. Eliminó la lengua Osmanli, reduciendo el turco a un mero diccionario con unos pocos cientos de palabras. Y además de eso, casi logró acabar también con el kurdo.
La cuestión de la que depende el futuro de la Turquía de nuestros días es el futuro del Kurdistán.
La anomalía actual que contiene la situación de América en Iraq, no es solo su alianza con Irán, a pesar de que su petróleo está en los Estados musulmanes esclavos del Golfo y Arabia, sino también el verse obligado a armar a los kurdos militantes del norte de Iraq. El resultado es que los EE.UU. están armando y utilizando como infantería de choque a los miembros de un grupo militar de kurdos cuyo objetivo es la liberación de Kurdistán, además de ser condenado por los EE.UU. y la ONU como uno de los principales grupos terroristas del mundo.
La cuestión a la que se enfrenta Turquía es la cuestión del Kurdistán.
Si los Peshmerga están luchando contra el grupo ba’azista-salafi-jawariŷ, y Turquía se une a esa lucha, el primer acto justo y racional es liberar a Abdallah Öcalan, el líder kurdo ahora en prisión. Se debe establecer un frente unido turco-kurdo. Esto conlleva que los militares turcos, bajo una autoridad política legítima, deben entrar en Siria de forma unilateral, para acabar con las perversas tribus shi’a de Assad y liberar las ciudades y el norte del Kurdistán.
No se podrá conseguir cosa alguna si no se otorgan poderes a una población kurda renovada.
Mientras las estructuras estatales todavía parecen tener algún tipo de presencia en un mundo gobernado por las grandes corporaciones, lo que este tiempo necesita es una Federación Turco-Kurda desde Estambul hasta Mosul.