Putin, el dictador ruso que se ha mantenido en el poder burlándose de la sociedad civil al manipular las elecciones de masas y convertirlas en siervas de la dictadura, ha atacado ahora al heredero del trono británico.
En su apuesta por distraer al pueblo ruso de su fracaso a la hora de establecer un orden social justo, tras la anarquía que siguió al lúgubre colapso del comunismo, trata ahora de resucitar la Fantasía del Imperio. Concentrar la atención en las fronteras no oculta la terrible verdad: en las afueras de las grandes ciudades hay millones devastados por la pobreza y la violencia. La conducta y declaraciones del dictador parecen alejarse cada vez más de la realidad. Ha obligado al que fuera su excelente Ministro de Asuntos Exteriores ha adoptar posturas que carecen de sentido.
En su fantasía de liderazgo, este agente de los subterráneos de la KGB, ha declarado ante el mundo entero que las observaciones del Príncipe de Gales no son admisibles. No son propias de un monarca, ha dicho. Recordemos que la última monarquía rusa, marido, esposa e hijos, fueron llevados a un sótano, asesinados a sangre fría y luego enterrados por la noche con todo secreto. ¿Acaso nos está amenazando?
Querido Sr. Putin: al contrario que usted, el Príncipe de Gales conoce muy bien la historia. Ha visto en el acto primero a un hombre que ignora la soberanía como base del estado y gobierna en el nombre de una minoría étnica, en el acto segundo invade ese país y en el acto tercero inicia una persecución de los ciudadanos que se oponen, llegando a encarcelarlos e incluso eliminarlos. El proceso de Hitler en Sudetenland llevó a la invasión de Polonia y, por último, al Holocausto.
Sr. Putin: no ataque al heredero del trono británico. Al hacerlo, se posiciona en contra de un planteamiento sobre la libertad que se inició en nuestra época medieval con la Magna Carta, continuó con la Vindiciae Contra Tyrannos que denunciaba la persecución de los hugonotes, siguió con Ferguson y la Iluminación Escocesa, continuó con Swift y, en el siglo pasado, con Orwell y Malaparte.
La voz de la razón que exige el establecimiento de una sociedad civil no podrá ser silenciada, menos aún con amenazas e intimidación. Ni con los drones americanos ni con un dictador millonario que tiene sueños de poder en Rusia. Nuestro Príncipe no se dignará a contestarle, Sr. Putin, conoce de sobra la postura monárquica. Pero en vez de su silencio, que sea el silencio de Anna Politkovskaya[1] el que os despierte en medio de la noche con el temor de lo que os va a suceder. Su asesinato mancha sus manos, Sr. Putin.
El Comité de Protección de Periodistas ha calificado a Rusia de ‘peor lugar en el mundo en lo que respecta a la persecución de la libertad de expresión’.
Sr. Putin: Rodeado por su silencio y
aislado en su horrendo palacio, ¿acaso no oye el trueno que se acerca
anunciando los caballos del destino, tal y como Stalin también los oyó, cayó y
nadie se atrevió a abrir la puerta para salvarlo?
[1] Politkóvskaya se hizo conocida haciendo reportajes sobre Chechenia, donde muchos periodistas y trabajadores humanitarios habían sido secuestrados o asesinados. Fue arrestada y sujeta a una simulación de ejecución por parte de las fuerzas militares rusas. Además, fue envenenada en camino a Beslán, pero sobrevivió y continuó informando. Escribió varios libros tanto sobre las guerras de Chechenia como sobre la Rusia de Putin y recibió numerosos premios internacionales por su trabajo. Murió tiroteada en el ascensor del edificio de su apartamento en Moscú el 7 de octubre de 2006.