¡Ya Walad! Con estas palabras comenzaban todos nuestros grandes awliya y ‘ulama sus cartas de guía y consejo en el camino de nuestro sublime Din. En todos y cada uno de los casos, eran palabras sobre la vida futura del joven para que pudiera llegar a la edad madura y fortalecer a la comunidad Musulmana, no solo con las buenas acciones propias de su servicio, sino obedeciendo el mandato de establecer una familia tratando a la esposa y, más adelante, a los hijos de la siguiente generación, con esa sabiduría y compasión que garantizan el florecimiento del Din del Islam, tal y como ha prometido el Señor Misericordioso, además de propagarlo e incrementar su nobleza.
¡Ya Walad! Pero esto no ocurre en nuestros días. El joven musulmán de esta época vive en un caos tal, en un ámbito tan desastroso, que no sólo desconoce lo que es el Din, sino también la vida misma. En el Corán que, os lo puedo asegurar, jamás se os ha enseñado, Allah, glorificado sea, se dirige a los kuffar, y les pone sobre aviso; a los muminun, y les guía; a toda la humanidad, a la raza humana, guiándola y advirtiéndola.
Es posible que no sepáis que, para los paleontólogos que estudian las manifestaciones de la presencia de los seres humanos en el planeta, éstas se basan en las indicaciones que muestran que la especie humana ha tenido siempre lugares de enterramiento. Dicho con otras palabras: la especie humana tiene, desde sus inicios, el conocimiento de que la vida humana es sagrada. Los entierros honran a los muertos. El ser humano se entierra con honor porque, durante su vida, es el recipiente o contenedor de un Contrato Divino. En la Sura al-A’raf (7: 172) encontramos:
“Y cuando tu Señor sacó de las espaldas de los hijos de Adam a su propia descendencia y les hizo que dieran testimonio: ¿Acaso no soy Yo vuestro Señor? Contestaron: Sí, lo atestiguamos. Para que el Día del Levantamiento no pudierais decir: Nadie nos había advertido de esto”.
Este Contrato es lo que eleva al género humano por encima de toda la creación. Con ello viene también el don de la conciencia de uno mismo, de la facultad del reconocimiento, es decir, de ver el objeto y evaluarlo. Esto implica la capacidad de reflexionar, que significa la capacidad de ver el objeto o el acontecimiento y atribuirle un significado. El acceso al mizal es el medio para reconocer los Nombres y Atributos de Allah. Esto, ¡oh joven! es lo que tú eres. En la Sura al-Baqara, Allah dice (2: 29-33):
“Él es Quien creó para vosotros todo cuanto hay en la tierra. Luego, dirigió Su atención al cielo y conformó siete cielos bien reglados. Él conoce todas las cosas. Y cuando tu Señor dijo a los ángeles: Voy a poner en la tierra a un jalifa. Dijeron: ¿Vas a poner en ella a quien extienda la corrupción y derrame sangre mientras que nosotros Te glorificamos con la alabanza que Te es debida y proclamamos Tu absoluta pureza? Dijo: Yo sé lo que vosotros no sabéis. Y enseñó a Adam todos los nombres; luego mostró éstos a los ángeles diciéndoles: ¡Decidme sus nombres si sois veraces! Dijeron: ¡Gloria a Ti! No tenemos más conocimiento que el que Tú nos has enseñado. Tú eres, en verdad, el Conocedor perfecto, el Sabio. Dijo: ¡Adam! Diles sus nombres. Y cuando les hubo dicho sus nombres, dijo: ¿No os dije que conocía lo Invisible de los cielos y de la tierra, así como lo que mostráis y lo que ocultáis?”.
Aquí Allah dice con toda claridad:
“Él es Quien creó para vosotros todo cuanto hay en la tierra”.
Y en la última aleya advierte:
“Y Yo sé lo que mostráis y lo que ocultáis”.
Ibn Taymiyya nos ha dicho que si queremos comprender la situación humana de nuestros días, que puede parecernos incomprensible por su complejidad, debemos regresar a sus inicios para que se nos manifieste con claridad el modelo primigenio de la humanidad; estamos hablando de la primera familia del género humano, la de Sayyiduna Adam, ‘alayhi salam. En la Sura al-Ma’ida se nos dice (5: 27-31):
“Y cuéntales la verdad de la historia de los dos hijos de Adam, cuando ofrecieron un sacrificio y le fue aceptado a uno pero al otro no. Dijo: ¡Te mataré! Contestó: Allah sólo acepta de los que Le temen. Si levantas tu mano contra mí para matarme, yo no levantaré la mía para matarte, pues yo temo a Allah, el Señor de los mundos. Prefiero que vuelvas llevando mi delito además del tuyo y seas de los compañeros del Fuego. Esa es la recompensa de los injustos. Su alma lo predispuso para matar a su hermano y lo mató, convirtiéndose en uno de los perdidos. Entonces Allah envió un cuervo que se puso a escarbar en la tierra para hacerle ver cómo debía ocultar el cadáver de su hermano. Dijo: ¡Ay de mí! ¿Es que no voy a ser capaz de hacer como este cuervo y enterrar el cadáver de mi hermano? Y quedó así sufriendo un amargo remordimiento”.
Aquí podemos ver la confirmación de las aleyas anteriores que nos informaban de cómo Allah conoce lo oculto y lo manifiesto. Lo que nos importa en todo esto, es comprobar que no sólo el asesinato, sino la vida humana en sí, es una cuestión de graves y profundas repercusiones.
Lo que se puede deducir de todo esto, y sin albergar duda alguna, es la importancia que tiene arrebatar la vida o vidas de otras personas. Privarse de la propia vida, el suicidio, tiene la misma trascendencia espiritual. En la aleya que sigue, Allah el Todopoderoso concede permiso para matar “por venganza o por corromper la tierra”.
“A no ser por venganza o por corromper la tierra”.
Pero no obstante, ¡no te puedes suicidar!
Vamos a estudiar fríamente esta acción y su intención antes de examinar el sórdido y desagradable escenario que ha convertido la tierra en un campo de suicidio de jóvenes, tanto varones como hembras, que han sido llevados a la locura.
El Mensajero de Allah, a quien Allah bendiga y conceda paz, declaró en un célebre hadiz: “El ‘amal es por la niyyat. (La acción es según la intención)”. Esto significa que la acción no es una cosa por sí sola. Surge del interior, del ‘yo’. Sea cual sea la situación, cualquiera que sea el papel que juegan los demás, por muy perentorio que sea el suceso en el momento de hacer una acción humana y esto, debe comprenderse con claridad es una acción que no ocurre como un suceso por sí solo. Empieza como una intención consciente. La acción se desencadena al recibir la orden de realizar la niyyat (la intención). Es decir: la acción es disparar la bala letal. El gatillo espera la orden de disparar. El sujeto, su dedo, aprieta el gatillo. El dedo obedece la orden del sujeto. Según la ley y, en consecuencia, la razón, el sujeto es responsable. Si la acción es haram, el sujeto ha cometido un delito y es responsable.
Yo afirmo, oh joven, que, antes de poder examinar quién y qué es lo que te ha hecho llegar a ese momento crítico de la acción suicida, debe ser entendido con toda claridad que tú eres responsable. Y como luego veremos, culpable de un delito espantoso que no acaba con tu desaparición, la muerte o los estragos a tu alrededor, sino en el Otro Mundo donde te espera un terrorífico castigo por haber fracasado, de manera absoluta e incondicional, a la hora de reconocer quién eras y para qué te había creado Allah ¡ni más ni menos! En la Sura an-Nisâ’, Allah el Poderoso declara (4: 29):
“¡Vosotros que creéis! No os apropiéis de los bienes de otros por medio de falsedad, sino a través de transacciones que os satisfagan mutuamente. Y no os matéis a vosotros mismos pues Allah es siempre Compasivo con vosotros”.
¡Ya Walad! No oses actuar de esta manera sin ser totalmente consciente de que, ésta, es una cuestión en la que no ha habido duda alguna a lo largo de los muchos siglos de la historia del Islam. Fijémonos, en primer lugar, en esta aleya inflexible y en cómo, nuestros mufassirin más destacados, la han examinado y estudiado.
Primero: Imam Al-Qurtubi. Dice: “La gente de la interpretación está de acuerdo en que significa ‘no os matéis unos a otros’. Se acepta también el significado de una persona que se mata a sí misma llevada por la ansiedad con respecto a Dunia y la consecución de la riqueza, de tal manera que su obsesión con esa ilusión le lleva a un estado ruinoso. Incluye también el significado de ‘no te mates a ti mismo’ en un estado de ira o angustia. Todos estos casos están prohibidos”.
Segundo: Abu Bakr Ibn al-‘Arabi en su célebre Ahkam-ul-Qur’an: “Existen tres juicios diferentes sobre este tema. Uno: No mates a la gente de tu Millah (comunidad). Dos: No os matéis unos a otros. Tres: No os matéis a vosotros mismos haciendo lo que os ha sido prohibido. Todos estos juicios son correctos, aunque algunos tienen una mayor validez con respecto al Din y un significado más completo. Y el que yo considero más correcto es el tercero, y los dos anteriores están incluidos en éste”.
Tercero: Ruh al-Ma’ani. “Uno: significa ‘no os matéis unos a otros’. Dos: Otro juicio dice que significa: ‘No os enviéis a la destrucción al cometer acciones incorrectas, como arrebatar la propiedad de otro con medios falsos, o con cualquier otro tipo de actos de desobediencia que merecen ser castigados. Tres: Otro juicio informa que significa la prohibición de matarse a uno mismo en un estado de ira o dificultad. Cuatro: Se dice también que significa ‘No os pongáis en peligro en una batalla enfrentándoos a un enemigo que no podéis vencer’. Cinco: Se dice que su significado es: ‘No hagáis comercio en territorios enemigos corriendo el riesgo de estar completamente solos’. Imam Malik deduce que, con esto, se demuestra que es makrûh comerciar en territorios enemigos”.
Cuarto: Ibn Ŷuzayy (y el Sultán al-‘Ulama de nuestra época, Shayj Shadhili an-Nayfar, dijo de él: ‘¡Entre los mufassirin, él tiene la última palabra!). “Ibn ‘Atiyya dice: ‘Los mufassirin están de acuerdo en afirmar que el significado es ‘no os matéis unos a otros’. Y yo digo que la expresión incluye el significado ‘matarse a uno mismo’, es decir, el suicidio. Puesto que esta era la manera en la que lo entendía ‘Amr ibn al-‘Aas, y el Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz, no lo contradijo cuando se enteró de ello”.
Quinto: Ibn ‘Atiyya. “Los mufassirin están de acuerdo en afirmar que en esta aleya está contenida la prohibición de matarse unos a otros. Y también contiene el significado del hombre que se mata a sí mismo con la intención consciente de hacerlo. Y la prohibición contiene todos estos elementos”.
La conclusión de Ibn Ŷuzayy debe contemplarse como la confirmación del hadiz recogido en la colección del Imam Muslim y transmitido por Abu Hurairah que dice que el Mensajero de Allah, a quien Allah bendiga y conceda paz, dijo: “Quien se suicide con un arma estará para siempre en el Fuego de Ŷahannam. Y conservará el arma que se hundirá en su estómago eternamente. Quien hubiese bebido veneno provocándose la muerte, seguirá tomándolo en el Fuego de Ŷahannam donde será condenado a permanecer eternamente. El que se suicidase tirándose desde la cima de una montaña, estará sumergiéndose continuamente en el Fuego de Ŷahannam”.
En otra transmisión, Zabit bin Dahaq recoge estas palabras del Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz: “Quien se haya suicidado con una cosa será atormentado con ella en el Día del Levantamiento”.
Según el Madhhab primigenio del ‘Amal Ahl al-Madinah, el suicidio era totalmente desconocido como método de guerra y sólo podía imaginarse como el último recurso de la persona en agonía terminal que ya no podía soportar el dolor. Más aún: entre nosotros existe un término legal que se llama el ‘iŷmâ de la Comunidad. Esta expresión sirve para definir la bendita situación de la Ummah Musulmana tal y como fue definida en la declaración del Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz: “Mi gente no puede equivocarse por completo”. Dicho con otras palabras: la ŷamâ’at musulmana está protegida, en todo tiempo y en todo lugar, por el Libro, la Sunna y el ‘Amal de la Gente de Madinah, el Lugar del Din.
Lo que tenemos en el transcurso de los siglos, es que la maldición del suicidio, propiciado por otras personas que NO mueren, sólo se ha manifestado en una ocasión. Y cuando lo hizo, fue entre un grupo de personas que no seguían el Islam, sino la religión post islámica de la shi’a en su forma más extrema. Nos estamos refiriendo a los desviacionistas Ismaelitas del Líbano cuyas actividades culminaron con el asesinato de Salahuddin, el gran dirigente Musulmán. Más adelante hablaremos de esta gente perversa. Antes de esto, debemos dirigir tu atención a un asunto que los jóvenes que os han precedido en esta enfermiza ambición suicida parece que no han considerado jamás.
Como resultado del impacto producido por estas bombas humanas suicidas y la macabra publicidad que han recibido, algunos jóvenes ignorantes y desequilibrados los han copiado con, como si dijéramos, una especie de calco espontáneo de la autodestrucción, diciendo: “Qué cosa más tremenda. Nuestras vidas carecen de valor alguno. Vamos a copiarlos. Despidámonos con una gran explosión. ¡Vamos a salir en los telediarios y en los periódicos!”. Estos pequeños grupos, de lo que podíamos llamar ‘improvisadores’, son pocos, son en realidad un subproducto del grupo principal de bombas humanas que son parte de una actividad social organizada. En términos generales, la cuestión se desarrolla de la siguiente manera:
1. Un liderazgo político que es localista, oculto y que dirige el asunto desde el anonimato. Forman una Sociedad Secreta. Nadie los ha elegido. Ni tampoco se han presentado públicamente como Renovadores del Din. Son líderes que carecen de legitimidad. No ha habido un baya’t. Ni tampoco vítores. No existe un territorio que pueda declararse como Estado bajo su égida. No se pide por ellos desde el mimbar ni se han acuñado Dinares y Dirhams Islámicos con sus nombres. Los Recaudadores no cobran el Zakat en su nombre ni tampoco lo pagan a un Emir. En términos Islámicos, son unos proscritos. Y su forma de existir, errática y vagabunda, otorga a los ejércitos kuffar el derecho a masacrar familias Musulmanas y bombardear pueblos y ciudades Musulmanas, además de perseguir, torturar y humillar a musulmanes inocentes a lo largo y ancho del mundo entero.
2. Estos barones facinerosos de la clase política, han autorizado a su ‘brazo’ armado para que preparen y entrenen a jóvenes varones, ahora incluso también mujeres, para que se suiciden basados en un programa que imagina un día soñado en el que el ‘enemigo’ sucumbirá ante su Terror. Aquí es donde llegamos al corazón de las tinieblas.
3. Peor aún que el liderazgo, tras ellos están los verdugos. Los verdaderos assassins. La bomba humana no es un asesino. Hace estragos. Parte de ese estrago son hombres, mujeres y niños inocentes, a menudo musulmanes. Pero el que ata el semtex a su cuerpo no es el asesino. Es la víctima. Del mismo modo que el pederasta sexual prepara a su víctima para que caiga en sus redes, ese pederasta político prepara a su víctima para la muerte. ¿Es su propio hijo a quien envía a la muerte? ¿El de su vecino? ¿O los manda a una muerte segura dejando que su hijo siga con vida? ¿Le conocen los padres?
El rasgo Islámico más distintivo y elevado de los Sahaba, de todos los combatientes musulmanes y de los grandes sufíes, es lo que se llama preferencia, tafdîl. Se puso de manifiesto en Badr y en las primeras ghazwat. Un Compañero que agonizaba de sed y de las heridas recibidas rechaza el odre de agua. Quiere que se lo pasen al hermano que sufre a su lado. Y éste a su vez lo rechaza para que lo pasen al hombre que muere enfrente. El agua recorrió toda la línea de hombres heridos sin que bebieran una sola gota. Esto es la preferencia. ‘Deja que yo muera para que él pueda vivir’. Pero estas personas que se ciñen la dinamita atándola alrededor de esas puras y engañadas barrigas jóvenes, representan la cínica abolición de los valores musulmanes. No. Los que los convencen no morirán, que muera la siguiente generación. Que vivan los perversos mayores. No creen en la batalla. No luchan. No creen en el futuro. Lo han enviado a la muerte. No creen en Allah. No confían en Su Misericordia. Allah el Excelso dice en la Sura al-Ma’ida (5: 11):
“¡Vosotros que creéis! Recordad las bendiciones de Allah para con vosotros, cuando algunos pretendían alargar sus manos contra vosotros y Él las apartó. Y temed a Allah y que en Allah se confíen los creyentes”.
En Ruh al-Ma’ani esta aleya se comenta de la siguiente manera: “… es una indicación de lo que más de uno tomó de Ŷabir. Este contó que el Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz, se detuvo en un lugar para descansar mientras la gente se dispersaba buscando una sombra bajo los árboles. El Mensajero colgó su arma de un árbol y entonces apareció un beduino que se apoderó de su espada. Se puso frente al Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz, y apuntándole con la espada dijo: ‘¿Quién te va a proteger de mí?’
El Mensajero, a quien Allah bendiga y conceda paz, respondió: “¡Allah!” El beduino repitió la pregunta dos y tres veces y la respuesta siempre fue: “¡Allah!” Al fin, el beduino retiró al espada. El Mensajero llamó entonces a sus Compañeros y les contó lo que había hecho el beduino que estaba sentado a su lado y a quien decidió no castigar”.
Los rasgos característicos de esas bombas-suicidas –sus líderes, su brazo militar, las víctimas jóvenes e impotentes– es que son la antítesis del Islam, un anti Islam. Lleno de odio. Lleno de miedo. Lleno de peligro y amenazas. Sin esperanza. Sin tawakkul. Sin Imán. Sin ‘Ibada. Sin hombres. Sin ŷamâ’at. Sin Emir. ¡Nada! Nihilismo, el hijo bastardo del capitalismo.
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Nota: Los terroristas ismaelitas estaban dirigidos por un líder oculto que vivía en las montañas donde sus seguidores adiestraban a los jóvenes para participar en proyectos asesinos con la promesa del Jardín y sus huríes. Cuando eran matados, se les enterraba en “Cementerios de Mártires” especiales con dibujos de sus rostros en las lápidas. Al grupo siguiente de terroristas se les enviaba, como parte de su entrenamiento, a meditar, sentados entre las tumbas, sobre su inminente inmolación. Al líder se le llamaba ‘El Anciano de las Montañas’. Sus enemigos eran los cristianos y los dirigentes musulmanes. Y cuando la gente parecía haber llevado el Terror a sus límites más extremos, la Secta declaraba entonces que había llegado la hora de un nuevo régimen. Abolieron la shari’at Islámica; y esta Nueva Tolerancia permitió que lo haram se hiciese halal y declararon que todas las religiones eran idénticas. Dicho con otras palabras: el credo Ismaelita contempla el Terrorismo, no como el preludio de un Estado Islámico, sino que es más bien un elemento de liberación que permite la llegada de un futuro post-religioso, y en consecuencia para ellos, post-Islámico. Un mundo postrero en el que ya nada importa. Pedimos la protección de Allah, el Poderoso, el más Grande. Allah el Excelso declara en la Sura al-Ma’un (107: 1-3):
“En el nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo. ¿Has visto a quien niega la Rendición de Cuentas? Ese es el que desprecia al huérfano. Y no exhorta a dar de comer al mendigo”.