Cuando yo entré en el Islam, al comienzo de la década de los sesenta del siglo pasado, los ‘ulama de al-Azhar me dijeron que el zakat era un acto de caridad voluntario, que incluía el 2,5% de mis ingresos, y que se daba para causas loables. Pero, sobra decir, que los ingresos no están sometidos a impuestos en la shari’at.

Nunca tuve clara la cuestión del zakat hasta que Mawlana Wazzani, que Allah lo bendiga, al responder a mi pregunta: “¿Se dice en algún lugar del Corán que el zakat no es una donación sino una Sadaqa que se recauda y se toma de forma obligatoria?”, se levantó y proclamó que Allah lo había especificado con una orden directa (Sura At-Tawba, 9: 104): “Coge”.

A partir de ese momento comenzó el viaje de regreso a la Ley Islámica. Tras doscientos años de enseñanza occidental (americana y europea), los intelectuales árabes habían asumido con toda sencillez que también nosotros, los musulmanes, teníamos una doctrina política como el occidente moderno; y así fue cómo se inició (‘Abdu y Rashid Reda) el adoptado Islam político nacido de un shi’a (Afghani). A partir de ellos llegó la conclusión lógica, un Islam tipo partido político: Los Hermanos Musulmanes. Su intención lo hacía ser separatista y excluyente. Si no eras uno… ¡no eras uno! Había comenzado el Islam moderno. Para conseguir un Islam político e, inevitablemente, terrorista, debían establecerse ciertos principios.

  •  Uno: Abolición de los Madh-habs; puesto que definen lo que es la Ley.

Los ‘ulama de la India, indignados, les obligaron a reconocer al menos una Escuela. Los wahabi eligieron a Ibn Hanbal porque, según la opinión del Qadi ‘Iyad: Ibn Hanbal no sabía de Fiqh, sólo sabía de hadices. Eso les iba como anillo al dedo. La Ley había sido abolida.

  • Dos: los hadices se convirtieron en el fundamento externo.

El modernismo se dividió. Los wahhabis, ahora ricos con la riqueza de los dólares, atenuaron la base dual a ‘Corán y Sunna’, es decir, una religión de tipo personal. Los Ijwan abandonaron toda pretensión de aplicación intelectual y tomaron la dialéctica política de Occidente como forma de establecer un nuevo e ideal (¡meramente imaginado!) Islam.

Cuando terminaron estas tendencias modernistas y secesionistas ─cada una de ellas pareciéndose cada vez más al anti Islam de la shi’a─, dejaron a la Umma musulmana, nuestras masas, sin realmente saber lo que es el Din del Islam.

Puesto que, históricamente y desde su misma creación, el Din no ha tenido imperativos categóricos de tipo político.

Islam son contratos. El contrato primordial es con Allah: Shahada, Salat, Zakat, Sawm, Haŷŷ. El contrato secundario es entre los hombres: comercio permitido, usura prohibida.

El Fiqh de los Madh-habs definía con todo detalle las modalidades y los límites de los intercambios de bienes y riqueza entre los seres humanos.

Al-Muwatta del Imam Malik está dividido en dos partes: la primera contiene las reglas de la ‘ibada y la segunda las reglas del intercambio y las transacciones. Lo mismo ocurre con Al-Mudawwana, el libro de la práctica islámica en Madinah en la época de los juicios del Imam Malik.

Esta forma de actuar en Madinah, nos llevó a la rápida identificación de cómo el kufr moderno no estaba basado en su cultura, sino en una reconfiguración primigenia de la naturaleza: la introducción (contra naturam) del incremento en el intercambio. Como principio matemático recibió el nombre de usura. Como sistema político era ─o intentaba no ser─ llamado capitalismo.

En el transcurso de mi vida, el papel moneda pasó de ser una nota promisoria ─un billete de cinco libras se emitía como un contrato que estipulaba poder convertirlo en plata─ para pasar a la tarjeta de crédito y luego de débito. La tarjeta se convertía un sistema electrónico de transferencia de información. A su vez, la informatización de la transferencia reducía la unidad monetaria a un impulso logarítmico que circulaba entre dos entidades informáticas. En ese momento el dinero podía desaparecer ─o perderse─ o ser eliminado en un instante.

El hombre del mundo moderno difícilmente podrá salvar a las especies en peligro de extinción, detener el calentamiento global o rescatar a las víctimas de un genocidio; antes de estos efectos del capitalismo, está lo que lo causa.

La causa es una condición endémica compartida: la psicosis de creer y obedecer los impulsos de las fuerzas del mercado ─es decir, información por impulsos logarítmicos─ a escala global.

Así fue cómo ─para dar paso a una etapa post-psicótica─ nosotros, como sufíes, introdujimos el dinar de oro y el dírham de plata islámicos.

Este trabajo heroico y paciente, a lo largo de varias décadas, fue liderado por Shayj ‘Umar Ibrahim Vadillo, autor del texto decisivo ‘La Desviación Exotérica en el Islam’. Tras una batalla denodada logró convencer al gobierno de Kelantan, en Malasia, para que acuñara ambas monedas como moneda de curso legal. Esto fue llevado de Yakarta a Europa. No obstante, su significado residía en ser aplicada como instrumento de un zakat ‘cogido’. Un zakat cogido está basado en dictados necesarios y primordiales: 1) Nombramiento de un Emir. 2) El Emir nombra recaudadores del zakat. 3) El resultado es una cantidad de zakat recaudada y evaluada. 4) Almacenamiento del zakat en el Bait al-Mal. 5) Distribución inmediata del zakat entre los beneficiarios estipulados por la ley.

Esto no ha ocurrido.

En consecuencia, debe adoptarse un método más nuevo y más amplio a escala global ANTERIOR al retorno de una comunidad local que funciona de acuerdo con lo Halal y que restaurará el Islam por la puerta del zakat.

Los hombres deben comenzar a comerciar e intercambiar, mano a mano, y hacer transferencias a distancia sin recurrir a los instrumentos financieros e instituciones del capitalismo.

En consecuencia, y para conseguir esa actividad constructiva en el futuro, llamo a los musulmanes para que inicien una cultura post-usurera.

A partir de ahora, me desvinculo de toda actividad que involucre el dinar de oro y el dírham de plata islámicos. Llamo al cese de sus nuevas instituciones y de su producción. Los mecanismos de defensa del capitalismo de nuestros días y su forma de gestionar las crisis que encierran la compra, transporte y acuñación del oro, lo han rodeado de impuestos y precios prohibitivos.

Ha llegado la hora de ir más allá. Esta es la victoria pírrica del capitalismo. Por delante tenemos una vasta expansión para un desarrollo musulmán post-terrorista y post-político.

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