Aunque seamos impotentes, nos sentimos personas ante la sórdida masacre perpetrada por el dictador de la familia shi’a en su desesperada lucha por la supervivencia; esto no significa que con ello no podamos aprender algo sobre la situación del poder en el mundo de nuestros días. Lo que nos proporciona es una lectura sobre la condición de Rusia, China, Gran Bretaña y el colapso de la república de los Estados Unidos.
Rusia. El mundo puede ver ahora que tras su desastroso intento de ingeniar una sociedad tecnológica dirigida por una elite pragmática de políticos, burócratas y técnicos ─con el conjunto gobernado por un rígido psicópata─ ha caído en el error de convertirse en un minúsculo gobierno oligárquico controlado por un antiguo agente de los sótanos de la KGB. Putin es un hombre de lo más bajo que ha sido catapultado a un liderazgo que, en un momento histórico determinado, parecía ser capaz de desempeñar esa tarea. Pero al carecer de educación, tanto política como cultural, ha sobrevivido basándose en un cínico pragmatismo que está condenado a ser barrido del mapa por la primera estrella tártara que surja en el oriente. La brutalidad de su enfoque en lo que respecta a Siria es algo evidente para el pueblo ruso. No es capaz de comprender que Stalin sobrevivió gracias a su fría e interminable pasión por los juegos de la política. Era un asceta que provenía de un seminario. Putin es un individuo sin pasado y con un futuro atiborrado de riqueza. Es fácil quitarlo de en medio. Ocurrirá tarde o temprano.
China. Olvidemos la propaganda comercial contra los chinos y su compra lenta de puertos de Occidente, productos agrícolas y petróleo. La realidad escalofriante es que no ha cambiado en miles de años. A pesar de que su capital imperial ha cambiado a lo largo de los años, ha permanecido, centralizada en esta última: Pekín.
“Un hombre fue a Pekín, y cuando regresó no cesaba de elogiar todo lo que había en esa ciudad. Una noche de luna llena en la que paseaba con su padre, se encontraron con un amigo que dijo: ‘¡Qué luna más hermosa tenemos esta noche!’ El hijo dijo inmediatamente: ‘Esto no es nada; deberías ver la luna que hay en Pekín, es mucho mejor’. Enfadado, su padre le dijo: ‘La luna es la misma en todas partes. ¿Cómo puedes decir que la luna en Pekín es mucho mejor?’ y cerrando el puño le dio un pescozón en la oreja. Secándose las lágrimas, el hijo respondió: ‘Tu puño no tiene nada de especial. ¡Deberías sentir los puños de Pekín!’.
Mao mantuvo la capital de la dinastía Qing. Nada cambió. Comercio interior y una rígida centralización. Atrapada en el imperio durante miles de años, China se enfrentaba al riesgo moral que les había advertido Confucio: “Si diriges a un pueblo mediante normas y lo controlas con castigos, tratará de evadir la ley y perderá la vergüenza. Si los diriges con la virtud y los controlas utilizando ritos, se corregirán a sí mismos”.
La dictadura actual, en su intento de revitalizar un marxismo anquilosado, ha legislado que los jóvenes deben visitar a sus padres, una obligación que procede de Confucio, o ser encarcelados, un claro rechazo de su advertencia.
Privados de sus antiguas enseñanzas sobre la armonía natural, el Taoísmo y la Escuela de los Cinco Elementos, y perdidos durante cien años en el ateísmo sin valores de las doctrinas socialista y comunista, los chinos de hoy en día, con la excepción de los millones de musulmanes que viven en ese país, son subhumanos que no practican la compasión humana y están separados del reino animal al que comen y torturan de forma indiscriminada. Persiguiendo con crueldad a los uigures y los tibetanos, ¿qué puede significar para las masas de China una masacre en la lejana Siria?
Gran Bretaña. Un país paralizado por la tragedia que motiva la absoluta ineficacia de su institución más antigua que ha sido desprovista de todo poder. Con un Primer Ministro psicótico, es decir, un personaje gravemente desorientado, al mando de un Parlamento y un Consejo de Ministros que ya habían sido deconstruidos con el paso del debate en la Cámara al gobierno de los comités privados efectuado por el Primer Ministro anterior, lo único que necesitaba era un degenerado Partido Laborista en el poder que obedeciera los dictados y con ello preparar el escenario de la tragedia de Iraq. Y sin embargo, el millón de iraquíes muertos debe situarse en el contexto de una pérdida generalizada: la pérdida de la libertad política inglesa. Churchill llegó a imaginar que era su antepasado, Malborough, y llevó a Gran Bretaña a una guerra que garantizó el fin de su Imperio y la hizo dejar de ser un poder mundial. La Sra. Thatcher, una líder ignorante y medio loca, imaginó ser Churchill e involucró a Inglaterra en una guerra inútil sobre una minúscula y remota base en el Atlántico. Blair imaginó a su vez ser la Sra. Thatcher y, de forma alocada e inconstitucional, habló de ‘su ejército’ e involucró a un Gabinete impotente y a su país en una guerra endeudadora cuyo único beneficiario fueron los EE.UU.
Al verse confrontado con la crisis de Siria, esta difunta administración se limitó a hablar de la crisis de Iraq como Eden que al hablar de la crisis de Suez en el Parlamento no dejaba de mencionar a Munich.
Un país incapaz de tener un futuro.
Los Estados Unidos. Un país que, como China, está atrapado en su matriz fundacional y no puede adaptarse. En lo que al fin había comenzado como un debate abierto entre dos formas de gobierno primigenias, la República Romana y la Democracia Griega, Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores, dijo: “La República Americana con su gobierno representativo, garantiza la exclusión absoluta de la gente, tanto de la legislación como de las políticas públicas”.
Al dividir el gobierno en dos partidos que se oponen, uno llamado Democrático y otro Republicano, que acatan la misma Constitución, intentaron aglutinar un ámbito inmenso en una amalgama de dos doctrinas antagónicas.
Las masas emancipadas jamás obtendrían lo que obtenían para sus familias la elite de la nación. El resultado fue que la encumbrada retórica ‘Democrática’ tuvo que someterse a los imperativos categóricos del mercado (del dinero).
Cicerón había declarado: “Salus Populi suprema lex est”. ‘La ley más elevada es que el pueblo esté a salvo’.
Cuando Adam Ferguson mencionó la definición de Cicerón dijo: “Este es el principio fundamental de la ciencia política”. Una de las mitades del gobierno americano es incapaz de proporcionar esa seguridad a su pueblo porque lo que desea la otra mitad, es concentrarse en el programa de expansión y de riqueza.
Es posible que Siria necesite ser rescatada; pero también lo necesita Detroit y, por supuesto, California.
Con un mundo similar a los ‘Muertos Vivientes’ de la Fox TV, la idea de pequeños ducados con autogobierno, sus propios castillos y sus propios quesos, sigue siendo un sueño del futuro, o el reconocimiento de una antigua cultura.