El mundo contempla consternado la crisis que parece afectar a los fundamentos de la política americana. Lo primero que aparece con toda claridad, es un defecto fundamental en la estructura que permite que el concepto de dos mandatos sea el derecho político de un presidente que ha sido elegido para un solo periodo de gobierno. En un fenómeno moderno. Justo en plena Segunda Guerra Mundial, el público americano otorgó una extensión al mandato original de Roosevelt. Arriesgando perder en medio de la guerra, fue elegido de forma extraordinaria para ejercer otro mandato. La segunda presidencia de Clinton fue un engaño bien enmascarado. La segunda presidencia de Bush fue un desastre a plena luz del día. En la segunda presidencia de Obama, aprovechando de la debilidad moral del presidente, iba a surgir la ruptura entre Clinton y Bernie Sanders.
Cuando acusa a los republicanos de “cambiar el pacto social básico de América”, Paul Ryan dice en su libro ‘The Way Forward’:
“¿Quiénes son esos 50 millones de americanos?”, preguntaba. “Muchos son los abuelos de algunos… Muchos son niños pobres… Algunos son familias de clase media que tienen hijos con autismo o síndrome de Down. Esos son los americanos a los que diremos que están abandonados a su suerte”.
Ryan comenta: “Sus falsos ataques eran ofensivos, incluso según los rastreros estándares de discordia y servilismo característicos de Washington DC”. Obama había abierto de par en par la puerta a un claro reto socialista que iba a dividir el Partido Democrático”.
El conflicto en el Partido Republicano surgió como parte del marco político que se estaba desintegrando en Washington. El infame ‘Tea Party’ de los Republicanos ponía de manifiesto el amargo descontento del electorado. El Partido Republicano estaba tan desacreditado a ojos de sus partidarios más genuinos, que no fueron capaces de ver ─como ocurrió con todos los demás─ que el Partido Republicano presentaría a un candidato populista del mundo del espectáculo.
En esta situación, ambos partidos ofrecen al público votante una elección muy poco satisfactoria. Fue entonces cuando la gente se preguntó qué postura defendía Paul Ryan. Ante la prensa anunció que, tal y como estaban las cosas, él no podía respaldar a Donald Trump. Su negativa, en la que con sumo cuidado no decía nada en su contra, no podría proporcionarle la ovación que tanto quería.
Fue ese el momento en que surgió Paul Ryan poniendo de manifiesto su supremacía intelectual. En ‘The Way Forward’, además de enfatizar la unidad que una vez había tenido el partido conservador, declara su postura:
“Al ir hacia delante, la clave es establecer nuestras prioridades para que la gente comprenda los pasos que damos, por pequeños o grandes que éstos sean. Una visión común nos permitirá avanzar juntos en el servicio de nuestros objetivos compartidos. A fin de cuentas tenemos el mismo objetivo: queremos un gobierno más escueto, más despierto. Queremos recuperar nuestros principios fundacionales. Queremos restaurar la prosperidad, la oportunidad y la seguridad. Queremos liberar los mecanismos de la reforma moral y queremos sanear nuestra cultura”. Dada la incapacidad de Europa a la hora de defender sus fronteras ante una invasión de millones, y dado que la monarquía británica carece de propósito determinado, debemos mantener nuestro respeto por un gran americano cuando aparece una época de crisis. El título del libro es ‘The Way Forward’.